Es totalmente vital llevar a la práctica las muy profundas cuestiones develadas en el escrito anterior. Ya que este capítulo de aplicación práctica deriva totalmente de lo despejado anteriormente, se recomienda muy imperiosamente que antes de leer este escrito sea leído el capítulo anterior para comprender los fundamentos de por qué lo situado aquí.
Recientemente algo que es una muy clara mostración de lo ubicado en el capítulo anterior ocurrió aquí en mí estudio durante una clase de música que yo estaba brindando. Un alumno vino con el objetivo de aprender una canción específica de Queen en el bajo eléctrico. Luego de más de media hora de clase él aprendió todo lo que supuestamente hay que saber acerca de la canción. Aún así, él no lograba hacer sonar bien al tema. Al intentar tocarlo, las notas que él tocaba eran las correctas, el orden de las notas era el correcto… pero sonaba trabado y desarticulado, y me llamó potentemente la atención ya que eso que se notaba en el tocar es lo mismo que se le notaba a él al hablar: una especie de tartamudez.
Algo que viene al caso y que aprendí en uno de mis viajes por la India -además del Yoga y técnicas avanzadas de meditación- fue el Sitar y su sistema musical indostánico.
En la India lo primero que hay que hacer para tocar un instrumento es aprender a cantar, al menos en una enorme parte de la tradición de su enseñanza musical. Uno tiene que primero aprender a vocalizar las diferentes notas y rítmicas para ganarse entonces el derecho y el privilegio de tocar un instrumento. Esto desde el Método de la Magia es muy fácil de comprender si se lo considera desde la Interdeterminación de Planos, lo Sutil rigiendo sobre lo Denso.
Podemos estar de acuerdo en que lo más sutil que tenemos es la Palabra, definitivamente más sutil que el circuito de utilizar los mecanismos densos de un instrumento musical para producir un sonido. Es por ende lógico -y demostrable- que si uno tiene claro en el habla lo que musicalmente quiere hacer en el instrumento, entonces ya más de la mitad de la cuestión está resuelta y solamente queda atender a cuestiones meramente técnicas inherentes al instrumento que en particular uno quiere tocar.
Retornando a la clase, habiendo ya notado lo que estaba en juego decidí formular una pregunta a mi alumno para que él dijera y le diera por sí mismo un sentido a lo que en él sucedía, entonces le pregunté por qué no le estaba sonando el tema, ante lo cual respondió "me está sonando todo trabado…"- y en ese momento abrió más grandes sus ojos- "así como estoy hablando yo ahora". Quedó clarísimo luego de ablandar con el habla que entonces no se trataba de una cuestión de saberes, que no se trataba tampoco de una falencia técnica respecto del instrumento. Se trataba de una cuestión que él ya traía de antes en él y que de ninguna manera se limitaba al área de la música.
Entonces soltamos los instrumentos y nos pusimos a trabajar el tema desde la palabra hablada, nombrando las notas con el objetivo de que él las dijera con fluidez sobre el tiempo. Al cabo de unos 10 minutos logró cantar articuladamente la línea de bajo, habilitándose entonces a agarrar el instrumento, y como dicta la Ley de Interdeterminación de Planos el efecto fue inmediato: en el primer intento el tema sonó a la perfección.
En la clase siguiente mí alumno me dijo que luego de haber estado practicando en la semana atendiendo a esa lógica -ordenando la música desde su palabra hablada gracias a haber notado que su problema no era una cuestión limitada al instrumento- notó que estaba hablando con mayor fluidez en general ganando más seguridad para hablar con sus amigos y mejorando entonces sus relaciones personales, participando con más confianza en el colegio y todo tipo de cuestiones que trascienden totalmente a la música y que se tratan de su vida.
Lo que en media hora de práctica no había sido un constante rebote, ahora estaba sonando a la perfección en solamente 10 minutos de práctica, gracias a primero considerar lo Sutil aunque muchísimo más importantemente aún... gracias a él haberle dado un sentido por sí mismo a lo que estaba haciendo, desde su propia comprensión a través del decir, fue posible para él entonces marcar un camino y lo que antes era su objetivo -aprender un tema de Queen- pasó a ser nada más que un pretexto para un resultado mucho mayor: la mejoría de sí mismo como persona, transfiriendo de la música a todas las áreas de su vida.
Qué hermoso lo que dices y cuán cierto. Ingresar a la música, dejarla ingresar. Es hipnótico sentir el ritmo en cada cosita, ser, sensación, y el juego que de ello surge.
Gracias :-)